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jueves, 22 de marzo de 2018

Descuido Fatal...Parte Dos

Descuido Fatal, cuando el dolor se lleva por dentro, eres fuerte y aunque llores, hay que buscar soluciones... 

Segunda parte de un relato corto, publicado en serie de tres posts.




Esta historia en su primera parte la inicie con estas sabias palabras "La salud debería ser lo mas importante en los seres humano...


(Continuemos...)


Ciertamente, a raíz de un rostro que perdió su atractivo a causa de un mal desconocido; quedó venció lo bello y colorido, dejando a su paso un árido desierto con purulentos montículos, algunos de ellos abrazando el terror en su interior, que al más leve roce se escapaba un río sangriento flotando en una nube entre blanca y amarilla. 

No fue fácil para mi reunirme con personas nuevamente; pero claro, cómo hacerlo si todas ellas perdieron el norte de mis ojos, fijando su incomoda mirada sobre las mejillas descuadradas que gritaban deseosas de ser miradas. 

Las conversaciones para mi eran un suplicio, no importaba si le conocía de años, de meses o pocos días; a fin de cuentas, ellos sentían curiosidad ante lo que me sucedió, mi corazón lloraba a mares; de hecho, no recuerdo si aquel sabor amargo en mi boca, fue literalmente sangre, quizá el dolor punzante de mi tristeza, lo cierto es que desencadenó una depresión intensa.

A mediados de marzo del año entrante, llegó a mí una opción esperanzadora, un maravilloso hombre que sanó las reacciones alérgicas de mi adorada abuela. Aquella noticia me llenó de felicidad infinita, un salvavidas apareció cuando me daba por perdida; obviamente, fui a comprobar lo que mi madre decía y contemplar a mi vieja con su piel liza, esbocé una sonrisa que jamás olvidaría, la prueba que necesitaba en mis ojos la tenía. 

Esa misma semana; muy temprano salí de casa, ni el almuerzo miré, lo que mi alma gritaba era sanar y recuperarme; ya estaba cansada y agobiada de vivir encerrada. No voy a negar que estaba asustada, temerosa de ser regañada por el espantoso estado de mi rostro, a cada paciente que entraba por inercia, hundía mi cara en el libro que leía mientras esperaba. 

Las horas se me hacían eternas, la paciente que estaba con el doctor, a mi parecer se tardó una eternidad, la deje pasar sin protestar porque era una anciana; no obstante, era difícil lidiar con la espera que desespera... Llevaba dos horas allí, la silla ardía de calentura, las manos sudorosas cada cierto tiempo mis pantalones agarraban.

La sala de espera quedó pequeña para la cantidad de pacientes que llegaban, quede sorprendida de ver lo solicitado que aquel médico era; me di cuenta lo tonta que fui por mi desconfianza, de haber hecho caso a los consejos de mi madre, muchas dolor y resentimiento se hubiese evitado.

Sin embargo, la vida me debía esa lección, por terquedad, irresponsabilidad, falta de amor propio o pereza, el daño de mi rostro yo misma lo había creado.


(Continuará...)


Denny Peñalver
Sublime y Dócil Dennoe Han



Historias, cuentos, poemas, relatos.

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