Aquí termina la historia, de un descuido fatal que marco una vida para siempre.
Cuando el dolor se lleva por dentro, eres fuerte y aunque llores, hay que buscar soluciones... El ultimo parte de un relato corto, publicado en serie de tres posts.
Sin embargo, la vida me debía esa lección, por terquedad, irresponsabilidad, falta de amor propio o pereza, el daño de mi rostro yo misma lo había creado.
(LLEGÓ EL FINAL)
Un momento de gloria, ver abrir la puerta mi
corazón salto a mi boca, la garganta estaba seca y los pies no querían sostener
mi osamenta. Con timidez me acerqué a la silla, después de saludar con
tristeza, mis lágrimas fueron contenidas con el nudo de mi garganta, después de
una sonrisa de aquel anciano.
Bastó un vistazo del dermatólogo en
fracciones de segundos, para ser diagnosticada con "Rosácea" la
enfermedad en el rostro de las mujeres de mediana edad, en especial las que en
su adolescencia o juventud jamás sufrieron de acné, yo era una de ellas.
Los síntomas fueron evidentes, enrojecimiento de la piel (nariz, mejilla,
frente y barbilla), ardor al tacto, engrosamiento de la zona afectada debido a
los vasos capilares, y el escozor que aterra.
—No te preocupes morena, te garantizo que, en
cuatro días, todo habrá desaparecido, tendrás sanas y hermosas
mejillas —dijo el
medico esbozando una sonrisa.
Mis oídos se ensordecieron, no podía ser
cierto aquello, se necesitaría un milagro mucho más tiempo. Llevaba con
eso mucho y el ofreció cuatro días para arreglarlo; mil cosas se activaron en
mi pensamiento, mi lengua se enredaba entre emoción y miedo.
Sus palabras de aliento en aquel momento,
fueron la grata fuente de sosiego para mi angustia, una ventana se abrió con
lentitud llevado un rayo de esperanza a la oscuridad que oprimía mi alma.
Tras un profundo suspiro, las palabras fluían
son soltura de mi boca, mis manos se abrieron y mi corazón se recuperaba a
medida que la conversación avanzaba. En pocos minutos habíamos llenado el
historial médico, una lupa del tamaño de mi cabeza se posó frente a mis
mejillas; mientras el dermatólogo examinaba en detalle mi tejido dañado en
extremo, la vergüenza se apodero de mi existencia, mi barriga en su berrinche
reclamo su comida y odiosos sonidos acrecentaron mi pena.
—"Afortunadamente,
la infección es superficial, si hubiese tomado el tejido interno estarías en
problemas.
No hizo falta indagar en el asunto,
rápidamente comprendí que se refería a la formación de tumores, con el tiempo
podría desencadenar otra cosa peor; respire profundo y agradecí al padre
celestial por ello, por tener un piedad y misericordia conmigo y no tener
aquellos aterradores indicios.
Con poca confianza de obtener resultados en
cuatro días, tal como había dicho el especialista, decidí intentarlo dando la
oportunidad a antibióticos que no conocía; Sí, es cierto, abracé la esperanza
que a la alarga sanaría; es decir, quería confiar en él, debía creer en su
palabra; pues, aquella sería la única vez que lo intentaría; conociendo mis
debilidad tuve siempre claro que de fallar, la depresión, terquedad y angustia
blindarían mi encierro de por vida.
Sin pensarlo demasiado caminé por doquier en
busca de la medicina, revisé cuanta farmacia conocía; mi estómago se quejaba
cada vez con más fuerza, pero la poca voluntad que aún me quedaba no permitía
abandonar la búsqueda, estaba resuelta a no volver a casa hasta completar las
medicinas que requería.
El atardecer a lo lejos asomó su hermosura,
miré la hora en mi teléfono y tomé un taxi pronto oscurecería; mi madre estaba
preocupada, ya era la cuarta llamada que recibía; sin embargo, para una madre,
la edad de sus hijos no es importante cuando la preocupación por ellos es
infinita; la mía era especial, tal vez por ser la única hija entre cinco
hermanos, para ella a mis cuarenta seguía siendo su niña.
Temerosa que mi estómago gruñera feroz
pidiendo su alimento, al menor movimiento interno apretaba mi barriga evitando
que el conductor me viera, respire profundo al llegar a mi barrio, me deja caer
en el respaldo del asiento trasero, en escasos segundo estaría en la seguridad
que mi hogar me proveía.
Esa misma noche, antes de instalarme con mi
lapto para liberar la creatividad en mi escritura, apunte en mi calendario el
inicio de la cuenta regresiva; seguí las recomendaciones medicas al pie de la
letra... Han de creerlo o no, tanto mi familia como yo, quedamos asombrados al
segundo día; mi rostro sólo mostró marcas oscuras donde crecieron enormes y
asquerosos granos purulentos.
Como ocultar mi sonrisa y mi felicidad
infinita, el dolor se había ido, mi rostro no estaba inflamado, no me
importaron las huellas de su existencia; mi rostro estaba libre de
puntos rojos, mi espíritu dejo atrás su condena; por fin podría retomar la vida
en el punto donde lo había dejado, y las personas volverían a encontrar el
camino a mis ojos en las conversaciones futuras.
Hoy, cinco años después de aquellos años de
agonía, la vida me recuerda que "La
Rosacea" forma parte de mi existencia; por lo tanto, es mi deber
mantenerla bajo control para no se vuelva severa; no obstante, en esta ocasión
que ha vuelto a mi rostro de manera inesperada, afortunadamente sé cómo
afrontarla.
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Denny Peñalver
Sublime y Dócil Dennoe Han.